¡Oh, dulce concupiscencia de la carne! Refugio de los pecadores, consuelo de los afligidos, alivio de los enfermos mentales, diversión de los pobres, esparcimiento de los intelectuales, lujo de los ancianos. ¡Gracias, Señor, por habernos concedido el uso de los artefactos, que hacen más que palatable la estancia en este Valle de Lágrimas en que nos has colocado!
Jorge Ibargüengoitia
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